Entrevista a Álex de la Iglesia




Conversaciones filosóficas (y otras interrupciones) con el director de Los crímenes de Oxford, un thriller con Leonor Watling, John Hurt y Elijah Wood.

Se baja del taxi en una estrecha y céntrica callejuela. Se estira como si acabara de despertarse de una siesta matutina. Son las 10 de la mañana. Entra en el sobrio salón-cuarto de entrevistas del Hotel Orfila. Viste un polo azul marino con el cocodrilo de Lacoste, una chaqueta negra, pantalones negros, una mochila y un trancazo que le dificulta hablar con soltura. Pide un descongestionador nasal y un sandwich.

Cae en tus manos el libro Los crímenes imperceptibles, de Guillermo Martínez. Lo lees... ¿Por qué decides convertirlo en película?
Lo había leído ya antes de que Gerardo (Herrero) me lo ofreciera. Leí una crítica en un periódico en el que lo definía como un acercamiento al thriller a través de la filosofía y las matemáticas, entonces pensé: “Esto tiene que estar interesante”. Cuando me ofreció la película lo primero que le dije es que no se podía hacer.

¿Por qué?
Lo interesante de la novela es que no hay acciones físicas. Los crímenes, cuanto menos perceptibles, mejores son. Y el motor de la acción está en la mente de los personajes, no en la acción que comentan, no es una película visual...

Pero te convencieron...
Me convencí a mí mismo mientras iba diciendo que “no” se podía hacer...
[Aparece una chica: “¿Cómo se llama lo que necesitas? Respir –contesta el director de cine].
... De pronto empecé a pensar “hombre, eso es precisamente lo interesante, conseguir que el espectador se implique en el proceso mental de los protagonistas”.

Eres licenciado en Filosofía. Te habrá servido de mucho en esta película...
Mi licenciatura como filósofo me ha servido para darme cuenta de que no tengo ni pajolera idea de nada. Te sirve para descubrir unos horizontes de conocimiento, como dicen en las películas, a los que nunca he llegado. Conseguir en dos frases, en dos minutos, explicar el Teorema de Incompletitud de Gödel o el Principio de Indeterminación de Heisenberg de una manera sencilla y rápida era complicado, pero había que hacerlo. Cuando los productores me decían: “Nos gusta mucho el guión pero, ¿puedes quitar todo eso de las matemáticas?”. Les contestaba que eso es lo que hay que explicar porque si no no se entiende la película.

¿Con quién te identificas más: con el desconfiado Seldom (John Hurt) o con el realista Martin (Elijah Wood)?
Soy los dos. Normalmente estoy con Seldom. Pienso que de lo único que tenemos certeza absoluta es de que existe el dolor, eso no hay que demostrarlo.
[Interrupción. Suena su móvil].
No hay manera de entender realmente las cosas, eso es lo que viene a decir Seldom. Lo único que tiene un conocimiento absoluto son las matemáticas porque es un pensamiento abstracto sin referencia con la realidad.

Y eres escéptico como él...
Sí, porque como él, no hay manera de conocer algo porque en el mismo momento en que lo conoces lo estropeas. Nunca vamos a saber realmente cómo es la gente. Para saberlo deberíamos verlo desde fuera, no desde dentro, y ver a alguien o algo desde fuera es imposible, siempre estamos nosotros delante estropeando el objeto que queremos conocer. Lo terrorífico de eso es darse cuenta de que esa persona que tú puedes amar o odiar es totalmente distinta cuando está siendo observada por otro, a mí eso es lo que me angustia.

También eres Martin...
Por supuesto, no siempre soy Seldom, no puedes vivir negando que existe la posibilidad de conocer a alguien, tienes que intentarlo, y da la sensación de que, a veces, tiene sentido. Lo terrorífico de la realidad es que hay cosas que a veces encajan, casualidades extrañas.
[Entra la chica de antes: “Hay gotas, inhalador y spray”. Álex grita de alegría y saluda al actor John Hurt (Seldom), todo un caballero inglés. “Gotas, sale una nariz azul en la caja”].

Decías que también eres Martin...
Por supuesto.

Uno sale de ver Los crímenes de Oxford y piensa: “Esta no es una película de Álex de la Iglesia”.
Nosotros proyectamos una imagen de nosotros mismos y la gente cree que nos conoce. Pero no somos esa persona, podemos ser otras totalmente distintas. Para entender las cosas tienes que encasillarlas, meterlas en una cajita. Hay veces en que te apetece salir de la cajita y contar otras cosas. Eso es lo que he hecho.

Menos mal que aparece Leonor Watling, tanto obsesionado con las matemáticas y la filosofía... Algo de alegría no viene mal.
Son dos personas que se plantean, y yo me lo planteo todos los días: “¿Qué es mejor, vivir la vida o pensar la vida?”. Ellos están pensando la vida y cuando piensas la vida pierdes la oportunidad de vivirla, tienen que elegir entre ir al congreso de matemáticos o estar con Leonor.
[Suena el móvil de Álex. Me dice: “Me van a entrevistar por la radio, son cinco minutos, no te preocupes”.
Mi grabadora y yo elegimos darnos un garbeo por el hotel. Saludamos, otra vez, a John Hurt (perfecto Lord inglés). Decimos hola a Elijah Wood (pronúnciese Elaia), y a Mario Vaquerizo, manager de Leonor Watling. Volvemos a la habitación con Álex.
¡Ah, no! Entra una chica y le trae su descongestionador nasal. Entra un camarero y le trae el sandwich].

Eso, menos mal que está Leonor.
Forma parte esencial de la historia, Martin se va con ella, decide vivir la vida. Para ser director de cine, ¿hay que estar un poco loco? Hay que tener curiosidad, ganas, ilusión, y para eso hay que ser un poco inconsciente, ignorante. Es importante no saber para avanzar. Si crees que ya sabes te paras, te sientas y observas, y eso es un problema.

¿Cómo es Oxford?
Una ciudad llena de muros. Y es muy oscura. Es una ciudad que te empuja al estudio y a estar dentro de casa.

Entrevista extraída de http://www.revistaman.es

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